Mario Vázquez Carballo | Vicario general de la diócesis de Lugo

La Estrella que más luce

diciembre 22, 2024 · 19:16 X

Las luces de la Navidad brillan en las ciudades, pueblos, parroquias y aldeas de nuestra tierra. La luz es importante. Muy importante. Es lo primero en el orden de la creación, según el Génesis, y sin ella no hay vida. Afecta a la salud, al bienestar emocional, al estado de ánimo y a la productividad, nos permite ver el mundo que nos rodea e incluso es un medio privilegiado de comunicación.

Cuando el Hijo de Dios vino al mundo se reveló como “Lux mundi” y fue descubierto por los pastores y Reyes Magos por una luz que les guiaba al Misterio de la Encarnación. Sin embargo, da la impresión de que entre tantos millones de luces con los que llenamos nuestras ciudades en la actualidad, entre tantos gastos y consumo, entre loterías y exageraciones, difícilmente se puede tomar conciencia del encuentro con la Luz que más brilla.

Desde hace tiempo somos muchos los que denunciamos un fenómeno preocupante: la secularización de la Navidad, la perversión del misterio, el olvido de los orígenes, el secuestro de la Estrella que más luce, entre oscuridades y cuevas de ladrones; el renacimiento moderno de nuevas formas y métodos de usurpadores de la realidad religiosa y cristiana.

La gran fiesta del Dios que se hace pobre con los más pobres se ha convertido en la gran fiesta de la abundancia. Tal vez ya no se siente la necesidad de retornar a lo divino, de redescubrir el misterio de la Luz, de celebrar religiosamente la Navidad, de prepararse como Dios y la Santa Iglesia mandan durante el Adviento y de reaccionar ante tantas influencias extrañas con eficacia y visibilidad. Y eso, a pesar de que en el Adviento se nos advierte constantemente de la necesidad de “estar despiertos”, de “velar” con las luces de corazón y de la existencia cotidiana encendidas frente al mimetismo de los tiempos que vienen. Una Navidad consumista es una contradicción “per se”, es una “idiotez”, es una falta de respeto al misterio primordial, al misterio de Dios.

La Navidad cristiana es un acercamiento de Dios al ser humano para que guardemos la distancia necesaria respecto al Misterio. Se nos olvida que la comunicación de Dios con los humanos se efectúa a través del mismo Dios que siendo grande se hace pequeño y estando lejos se acerca para sanarnos. Los cristianos debemos recordarnos que hemos de celebrar la Navidad ante todo como una fiesta religiosa, adentrándonos en el Misterio, con un gran espíritu de renovación, de conversión y de nuevo comienzo. Lo que subyace en la Navidad es un anhelo de comienzo íntegro, de ansias de paraíso, de totalidad, de salvación, de la promesa de una vida lograda y regalada. La tradición conoce esta experiencia y esta esperanza y la expresa admirablemente en el ciclo festivo en torno a la Navidad con un gran simbolismo: Dios mismo desea comenzar de nuevo con nosotros, “Dios con nosotros”, cuando se aventura a nacer como nosotros nacemos, sin dejar de ser Dios, en nuestra frágil realidad.

Que nadie me entienda mal. No digo que no se pueda celebrar la Navidad con alegría y con una buena mesa en un ambiente familiar y festivo. Lo que digo es que tengamos cuidado con matar la verdadera Navidad, con perder nuestras raíces cristianas y quedarnos sin plumas y cacareando.

Samuel Beckett en su obra “Esperando a Godot”, describe la espera inútil de dos vagabundos, Vladimir y Estragón, que aguardan a un tal señor Godot. Ambos, esperan, pero Godot no llega. Quieren suicidarse, pero fracasan en su intento. Entonces dice Estragón: “¿Y si viene?”. Responde Vladimir: “Estaremos salvados”. Así lo esperan hoy muchas personas. Aguardan en vano que Dios llegue a ellos. No desean experimentar su venida.

Dios viene en cada instante. Así lo afirman los místicos. La cuestión es si deseas advertir o no su venida. Si la quieres ocultar con hojarasca consumista o si deseas acogerle en los vagos impulsos de tu corazón. Con ellos llama a tu puerta. Con ellos viene a tu casa. Pero quizá estés demasiado ocupado con tantos ruidos que la sordera de la exterioridad no prevea la posibilidad de escuchar su llamada para abrirle la puerta y poder conocer su voz.

José Mario Vázquez Carballo

Vicario general de la diócesis de Lugo