Aunque la historia y la fe son realidades distintas, siempre caminaron dándose la mano en la vida de los lucenses. La fe es un regalo de Dios. La historia es obra de los hombres. Las vías romanas y las torres medievales de Galicia dan testimonio de la laboriosidad de nuestros abuelos.
El empedrado de nuestros viejos caminos y la arquitectura de los ancestrales castillos señoriales dan fe del interés que se han impuesto nuestros antepasados para dejar a las futuras generaciones un mundo mejor y una sociedad más culta.
Los viñedos de nuestra Ribera Sacra, y las praderas de nuestros valles, y los trigales de nuestros agros… son hablas históricas de la labor de las generaciones pasadas. Caminando en paralelo con el quehacer histórico de los moradores de estas tierras, discurre la religiosidad de los gallegos, cuyas huellas de peregrinos se perpetúan en cruceros, monasterios, santuarios que abiertos al culto o en ruinas devastadoras, son vestigios de la religiosidad popular de nuestros antepasados. Estos son algunos de los hitos de la religiosidad del pueblo gallego.
Pero la fe no se conquista, sino que se recibe. La fe es una dádiva de Dios, pero nosotros debemos predisponernos para aceptarla. A la fe no se llega por mero raciocinio. Sin embargo, la razón y la experiencia nos predisponen para ser creyentes. En el campo de la religiosidad, pesa más el interés que la conciencia. Es más eficaz la fuerza del corazón, que la luz de la razón. Nos es más fácil fiarnos del amigo, que hacer caso al adversario.
La fe es una virtud teologal que Dios nos otorga gratuitamente. La fe es un abrirse Dios al hombre, como amor y benefactor. Ahora bien, esta apertura de Dios pide una respuesta y una correspondencia. Por nuestra parte, la fe es ofrenda de nuestro ser y de nuestra existencia al Señor. Ofrenda de nuestro entendimiento: el creyente presta sentimiento a lo que Dios le revela, renunciando a preguntarle el “porqué» de sus divinas enseñanzas. Del amigo nos fiamos, sin exigirle explicaciones.
La fe es también ofrenda de nuestra voluntad. Al amigo nos resulta fácil complacerle, no así al adversario. La fe es un acto de amor, con que Dios nos conquista enteramente: nuestro entendimiento y nuestra voluntad pasan a ser posesión de Dios. En la fe, Dios, que ya es Señor del hombre por creación, ahora lo es también por conquista suya y por ofrenda nuestra. Creer es acoger al Señor, y jugarse la vida por el.
Todo esto es la eucaristía, sacrificio y entrega.
Pues, peregrinos que os dirigís a Compostela, las “vieiras» que cuelgan de vuestro pecho, os van recordando que “no hay camino: se hace camino al andar». Lugo es fortaleza amurallada y ciudad eucarística por excelencia. Haced un alto en el camino y visitad a Jesús Eucaristía, presente en nuestra catedral, y pedidle que Él sea vuestra guía en vuestro cotidiano peregrinar.
Indalecio Gómez Varela
Canónigo de la Catedral de Lugo