La salvación no es oferta gratuita de Dios. El Señor la ofrece a todos los hombres. A cambio solo nos pide que la aceptemos con confianza y con fe.
Dios, que había hecho buenas todas las cosas, a las personas nos hizo muy buenas: nos dio la conciencia; nos concedió el señorío sobre el universo y nos regaló la inmortalidad. Pero pronto le salió competidor, que envidioso de la grandeza del hombre, movió a éste no reconocer la soberanía de Dios, desobedeciendo sus divinos mandatos. Engañado por el enemigo, el hombre perdió los dones que el Creador le había regalado, pero no dejó de ser amado por el Señor. Y el Señor, que, puesto a amar, ama para siempre, decretó recuperar al hombre, devolviéndole la dignidad primera. Para ello, no se limita a usar paliativos que suavicen la calamitosa situación en que el hombre había caído. La terapia que el Señor va a utilizar, es una terapia sanante, redentora. El hijo unigénito del Padre, se pone en lugar de los hijos pecadores, y ofrece como rescate de la humanidad caída, todo su sangre derramada en el árbol de la cruz. Diríase que en el calvario se realiza una verdadera transfusión de sangre. Ahora por las venas del alma de los hombres corre sangre redentora de Cristo, y el pecado que dañara mortalmente el corazón del hombre, queda perdonado por la misericordia infinita del corazón de Dios.
¿Cómo ha sido el proceso? Una mujer que santificada por la que los teólogos llaman “redención preservativa”, es preservada del pecado original y enriquecida con plenitud de gracia y de virtudes, dice “SÍ” al ángel anunciador del misterio de la encarnación, y el milagro se produjo. Desde ese momento, el mundo que estaba impresentable por el pecado que afeaba el corazón de los hombres, ahora es objeto de complacencia del Señor porque en él está Cristo, su Hijo santísimo, y porque María con su “Sí”, se convirtió en el primer templo que Dios se construyó en la tierra. Con el “SÍ” de María, comienza una humanidad nueva. Por Ella, Dios cumplió sus antiguas promesas. La ofrenda de salvación la mantiene el Señor perpetuamente. Agradezcamos al Señor su amor redentor, y encarnemos “SÍ” de María en nuestras vidas, para que siempre sea Navidad en nuestro mundo.
Mons. Indalecio Gómez Varela
Canónigo S. I. Catedral Basílica de Lugo
Enlaces desde blogs, webs y agregadores:
[…] [Artículo en castellano] […]
Enlaces desde Twitter y trackbacks:
Comentarios a esta entrada:
Opina sobre esta entrada: