José Mario Vázquez Carballo | Vicario general de la diócesis de Lugo

Sobre las cosas frívolas y vanas

marzo 8, 2025 · 20:01 X

Al comenzar este tiempo de cuaresma, tan popular y significativo en la cultura cristiana que todavía nos envuelve a algunos miembros de esta sociedad secularizada, me complace comunicar a los lectores de El Progreso el lleno de nuestra catedral basílica de Lugo ante dos acontecimientos ocurridos esta semana pasada:

el funeral por nuestra querida alcaldesa Doña Paula Alvarellos y las celebraciones del Miércoles de Ceniza, como puerta del tiempo litúrgico de Cuaresma. La primera celebración fue una manifestación de duelo y solidaridad compartida ante el acontecimiento de una muerte inesperada. La una y la otra, nos dicen que todavía, en la ciudad de Lugo, hay comunidades vivas de fe que celebran que la muerte no es final y que somos algo más que materia que degenera. La cuaresma es un tiempo muy propicio para meditar en la realidad de nuestra limitada humanidad por el hecho inconfundible del pecado que destruye. Pero también por luz de la misericordia infinita de Dios. Misericordia que se manifiesta en su forma más elevada en el sacramento del perdón y de la penitencia.  Releo, por casualidad, la Opera Omnia del controvertido filósofo judío holandés Baruch Spinoza fallecido en 1677 con solo 44 años. De ese gran océano de textos, me quedo con unas hermosas frases de este gran pensador y que quiero ofrecer como una llamada cuaresmal:

“Después de que la experiencia me enseñase cuán vanas y fútiles eran todas las cosas que suceden tan frecuentemente en la vida diaria, finalmente decidí averiguar si había algo que me hiciese gozar eternamente de una continua y suma alegría”.

Lo cierto es que estamos tan inclinados y vueltos hacia las realidades cotidianas y terrenas, que a veces nuestros ojos se incapacitan para mirar hacia lo alto. A menudo estamos tan atentos y absortos en lo material y superficial que nos incapacitamos para el silencio, para mirar hacia el interior y para vislumbrar los beneficios de una saludable y muy recomendable espiritualidad cristiana. Hay tanta charlatanería que nos impide escuchar la voz de la conciencia y tanta entrega a la búsqueda del placer, a la necedad y a la insustancialidad, que se ignora la existencia de una felicidad interior que fascina y atrae por encima de la fullería y el ensimismamiento.

La cuaresma nos recuerda la infinitud y grandiosidad del amor de Dios que nos capacita para la caridad y la entrega desinteresada al pobre y al necesitado. Es elocuente este mensaje evangélico: a quien ama mucho Dios le perdona todo. Quien confía en sí mismo y en sus propios méritos se ciega en su yo y su corazón se endurece por el pecado. Oración, ayuno y limosna, son tres formas de afrontar el mal que están íntimamente unidas. Son un círculo virtuoso imparable que la gracia del Sacramento sostiene y alimenta para mantener vivo el esfuerzo por ser discípulos. Esto es lo central: el encuentro personal con Dios, Padre de bondad y misericordia. En el centro de la cuaresma no está el reconocimiento del pecado, que también, sino la misericordia de Dios que es infinitamente más grande que nuestras culpas. A este respecto, el filósofo citado mantenía este lema: “Siempre me he esforzado por no burlarme de las acciones de los demás, por no deplorarlas, por no detestarlas, sino sólo por comprenderlas”. 

 José Mario Vázquez Carballo

Vicario general de la diócesis de Lugo