Hasta ahora, la sociedad dirigía sus acciones bajo el paradigma del “progreso”, pero estamos siendo conscientes que nos está arrastrando a un individualismo, un consumismo desaforado, unas desigualdades cada vez mayores, una crisis de la familia y de las relaciones personales, un problema de muchas personas “solas”, una falta de esperanza que ha llevado a estar en unos niveles altísimos de suicidios, políticas del descarte donde “o eres productivo o no cuentas”, una polarización a nivel político basada en el enfrentamiento más que en el consenso o debate. Y muchas más cosas.
El “cuidado” es la clave de acción que nos devuelve a la esencia de lo que somos como individuos y como sociedad. Una educación que busque no tanto ser los primeros, sino caminar juntos, construir juntos, y convivir en medio de la pluralidad de culturas, procedencias y situaciones. Un cuidado basado en “la persona” donde no se deje a nadie atrás, donde haya espacio para escucharnos, para encontrarnos, para “acompañar” y no solo “dirigir”.
Debemos afrontar nuevos desafíos en nuestra estructura, en los contenidos educativos, en las relaciones, modelos de aprendizaje y evaluación, metodologías, pedagogías y didáctica que respondan a las preguntas básicas del hecho educativo: al “qué”, al “cómo”, al “para qué” y al “desde dónde” de la educación.
En relación con el “para qué” de la educación, debemos reflexionar sobre la deriva de nuestra sociedad en aras del “progreso”. Progreso basado en un crecimiento económico indefinido, un consumismo abusivo, sobrexplotación de los recursos y, quizás lo más grave, una mercantilización de la vida. La respuesta de la Iglesia es una educación integral que incluya la dimensión espiritual y transcendente. Educar para crear hombres y mujeres críticos para una sociedad plural, hospitalaria y justa.
Sobre el “desde dónde” de la educación, que es la pregunta que quizás menos nos planteemos, es necesaria una reflexión sobre quienes somos y que es lo que hacemos. Debemos educar desde una vivencia de ser “creaturas” y no “creadores” en medio de una creación que se nos ha entregado para proteger, disfrutar y mejorar. No somos individuos independientes y autosuficientes, al contrario, necesitamos de los otros. Hoy más que nunca es preciso volver a conectar con el “otro”.
Y en esta línea también están los más de 340 colegios diocesanos que hay en España y que se reunieron en Lugo para colaborar ante los desafíos que la educación, en general, y que los colegios de ideario católico, en particular, tienen que afrontar en este momento.
Carlos Presa Mallo
Director departamento Educación Diócesis de Lugo