¿Quién no encendió alguna vez una vela? No me refiero a las que se encienden en una noche de apagón, hablo de una vela encendida en una iglesia o capilla.
Los motivos por los que se enciende una vela pueden ser muy diversos, pero casi todos ellos tienen una connotación religiosa o hacen alguna referencia a lo transcendente.
Cuando visitamos un templo es frecuente que nos encontremos con lampadarios de muy variadas formas en los que se puede encender una vela. Las hay de muchas clases, tamaños y materiales. El formato más conocido es el cirio rojo. Pero también hay lampadarios eléctricos, con velas de led que imitan a las auténticas, y hasta los hay virtuales que nos permiten encender una vela en una página de internet. Si hasta existe la posibilidad de encender una lamparilla a través del móvil. Y ya no hablamos de las máquinas expendedoras de cirios, semejantes a las de los refrescos, que se encuentran en muchos santuarios.
Cuando de alguna cosa se encuentra tanta oferta es porque hay mucha demanda. En un mundo secularizado extraña que sigan proliferando y apareciendo nuevas formas de encender una vela en los lugares de culto. En mis parroquias bajó el número de personas que comulgan, por lo que tuve que decirles a las religiosas que me envían las partículas que redujesen el envío mensual. Pero lo que no desciende, sino que aumenta, es el consumo de velas.
Observo cómo algunas personas en medio de la misa se acuerdan de encender una vela y se levantan sin ningún tipo de rubor, aunque sea en medio de la consagración. Y, si queremos que una celebración tenga éxito lo mejor es entregar a cada participante una vela encendida, y evitar posibles peleas por no quedarse sin una.
Viendo este panorama posiblemente estemos haciendo algo mal. Por supuesto que está bien encender una vela, pero tenemos que saber por qué lo hacemos.
En la Sagrada Escritura es fácil encontrarse cómo se hace referencia a Jesucristo como «la luz de mundo». Ciertamente esta imagen define perfectamente a Jesús y a su misión: El sol es el que mantiene con vida a nuestro planeta y, del mismo modo, Jesús viene a darnos vida iluminando las tinieblas que provocan el pecado y la muerte. Por eso uno de los símbolos que tenemos de Cristo resucitado es el Cirio Pascual, una vela mucho más grande de lo habitual, que estrenamos cada año la noche de la vigilia pascual y que simboliza a Cristo resucitado y nuestra fe en él, que debe estar viva como la misma llama de ese cirio. Les recomiendo leer con tranquilidad el pregón que se hace la noche de pascual a la luz del Cirio Pascual.
Llegados a este punto el sentido de encender una vela creo que ya puede estar claro. Las pequeñas velas que encendemos son una copia del Cirio Pascual. Lo hacemos para que Cristo nos ilumine en ese problema especial que estamos padeciendo. Otras veces, la ofrenda de un cirio la haremos por las necesidades de los demás, especialmente de los que están cerca de nosotros.
Una última cosa. Un cirio rojo encendido al lado del sagrario en cualquier lugar de culto nos indica la presencia de Jesús Sacramentado dentro. Si es así, toca saludo con genuflexión, pues el Señor está en casa.
Miguel Ángel Álvarez Pérez
Párroco de A Fonsagrada