A lo mejor nunca has visto la saga Star Wars, pero sí has oído en algún anuncio o visto en alguna imagen ésta icónica, y ya legendaria, frase del cine. En el episodio V, El imperio contraataca, Darth Vader, caracterizado por el sonido de su respirador artificial, en una batalla decisiva con Luke Skywalker, decide hacerle la confesión más importante de su vida (que incluso podría ser el comienzo de su inacabada conversión): «Yo soy tu padre».
Trasladémonos por un instante al pasaje de Lc 15. Sí, el hijo pródigo. En la parábola, Jesús nos habla de un hijo –el menor- que decide derrochar la parte de la herencia que le corresponde. Malgastada la fortuna y malviviendo mientras cuida cerdos, opta por regresar a casa de su padre que es, en realidad, también su casa. El discurso que prepara sólo tiene la pretensión de tener un lugar donde comer, vivir y dormir; trabajar como otro jornalero cualquiera.
Pero entonces entra en escena el padre. Lo más importante de este personaje es justamente eso: ¡qué es padre! El texto dice: «cuando aún estaba lejos, lo vio su padre». Allí estaba él, esperando a su hijo. Un padre que ama desea volver a reencontrarse con su hijo; ¡con más razón cuando el hijo decide marcharse de casa!
5 verbos: «lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos». En 5 verbos se nos describe la acción amorosa de este padre. Una acción que nace de un deseo: el regreso de su hijo. Y aquí está, ¡ha vuelto!
Lo más curioso de este momento es que, mientras el hijo está empeñado en ser un jornalero, el padre, para hablar de él, lo llama “hijo”. Quizás la frase de Darth Vader, a pesar de ser el malo, es muy cierta. Es su padre y él siempre será su hijo. Es tu padre y tú siempre serás su hijo. Dios es nuestro Padre y nunca se cansará de llamarnos hijos, de esperarnos, de correr hacia nosotros y cubrirnos de besos. Y entonces volveremos a descubrir este abrazo paterno que nos protege y nos da vida. «Este hijo mío estaba muerto y ha revivido».
«La comunicación [entre padre e hijo] es a veces difícil, la confianza disminuye y la relación con la figura paterna puede volverse problemática; y entonces también se hace problemático imaginar a Dios como un padre, al no tener modelos adecuados de referencia. Para quien ha tenido la experiencia de un padre demasiado autoritario e inflexible, o indiferente y poco afectuoso, o incluso ausente, no es fácil pensar con serenidad en Dios como Padre y abandonarse a Él con confianza» (Benedicto XVI, Audiencia general, 30-I-2013).
Que Dios es Padre es la primera afirmación que hacemos en el Credo y es posible gracias a que Jesús nos ha pedido que, cuando oremos, digamos: “Padre nuestro”. Por el bautismo somos hijos de Dios; redescubrámoslo como Padre, aprendamos a amar como hijos. Él sostiene, acompaña y guía nuestras acciones, y, además, somos partícipes de una herencia: la vida eterna. «¿Quién no procurará no perder tal Padre?» (Santa Teresa).
Nicolás Susena
Vicario parroquial de A Milagrosa (Lugo)
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