Me limito a exponer algunos datos que considero necesarios para el debate sobre lo religioso en la vida pública. A partir de ellos considero que es posible iniciar un diálogo fecundo. Dada la amplitud del tea, centraré mi reflexión en la cuestión de la educación. Cada año, por este tiempo, con motivo de la elección de materias para el nuevo curso, observo encendidos y estériles debates en torno a la Enseñanza Religiosa Escolar (en adelante, ERE).
Ésta, como asignatura optativa que es, supera y gana, cada año, un difícil referéndum por parte de los padres y alumnos que la eligen mayoritariamente a pesar de los vaivenes que sufre cada vez que se hace una nueva ley o decreto educativo. Desde una perspectiva política es evidente que las leyes de educación la maltrataron por un fuerte sustrato ideológico. Se ignoró a las comunidades educativas y se instrumentalizó algo tan sagrado como es la educación produciendo dolorosas consecuencias: se intervino excesivamente el magisterio, se alteró la acción vocacional y desinteresada de muchos maestros y profesores, y se generó, en padres y educadores, en general, un hastío y tedio desconcertantes.
En este y otros contextos, constato escasa madurez y poca información y formación sobre el debate religioso en la vida pública. La marginación ideológica de la filosofía, la teología y las humanidades en general se percibe en la escasez de argumentos de muchos tertulianos y librepensadores. Algunos todavía están enfermos de nacionalcatolicismo, otros tratan al fenómeno religioso y a la Iglesia Católica desde enfoques trasnochados y viscerales. Desde estos fenómenos, la ERE ha vivido y vive entre un ambiente de desprecio y otro de respaldo legal fruto de unos acuerdos internacionales de hace casi cuarenta años, desde el derecho de los padres a la educación religiosa que mayoritariamente quieren para sus hijos y una serie de asignaturas alternativas con casi nulo contenido académico.
Por ejemplo, Martha Nussbaum, la filósofa estadounidense, premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2012, en una de sus obras (Sin fines de lucro) afirma con claridad que “el conocimiento sobre las numerosas tradiciones religiosas del mundo reviste importancia para el avance de la democracia”. La necesidad de formación religiosa la pide también la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa. La citada Asamblea recomienda al Comité de Ministros que anime a los gobiernos de los Estados miembros a asegurar la enseñanza religiosa con criterios tan sugerentes como el derecho a que los alumnos descubran las religiones practicadas en sus propios países y en los vecinos, para que perciban que cada uno tiene derecho a creer que su religión es la “fe verdadera” y que los otros no son diferentes por tener otras creencias. Y también, que se les proporcione a los jóvenes la formación religiosa necesaria de manera que les capacite para dar razón de sus creencias frente a los partidarios del fanatismo religioso.
La realidad es que en muchos países europeos, la ERE está mucho mejor tratada que en España. Por ejemplo, en Lituania, Luxemburgo, Suecia, Reino Unido, etc. el perfil curricular propone una opción obligatoria y en alguno de estos países con valoración y exámenes públicos. Y aquí, como siempre, tirando del carro de los errores que otros han cometido antaño. Ojalá el cielo inspire a nuestros políticos para pensar el cambio.
Mario Vázquez Carballo
Vicario General de la Diócesis de Lugo
Foto: Cathopic.com
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