Curiosamente, y aunque parezca chocante, hoy en día confundir los deseos con la realidad -lo que algunos llaman “wishful thinking”– se ha convertido en una moda ideológica. Una moda que algunos incluso quieren imponer recurriendo a leyes y decretos. Estos días no he leído apenas las noticias, sólo alguna visita esporádica a Actuall y alguna que otra cosa en Facebook. Hay algunos hechos que me han llamado la atención:
El primer hombre “embarazado” del Reino Unido. Hay que matizar -aunque hacer estos matices tan obvios puede implicar, hoy en día, que te metan una fuerte multa- que el protagonista del esperpento es una mujer que quiere ser hombre. Lo siento mucho, pero que alguien diga que es hombre no basta para que lo sea, de la misma forma que decir que soy Napoleón no me convierte en Emperador de Francia. Parafraseando a los Monty Python, estamos ante todo un símbolo de su lucha contra la realidad:
El Gobierno de Aragón ha prohibido la difusión en sus colegios de un libro de HazteOir.org asegurando que es “homófobo”, acusación que dicha plataforma cívica ha negado una y otra vez. En el libro se denuncia, con toda razón, diversas leyes autonómicas que tienen por objeto imponer un adoctrinamiento ideológico en los colegios -tanto públicos como privados- en línea con las consignas del lobby LGTB. El Gobierno de Aragón ha instado a “los centros a la no utilización de los materiales”. Esto me choca un montón. En mis años de escolar pude leer las obras de los más variados pensadores, sin censuras. No creo que la cosa haya cambiado tanto. Por ejemplo, no me consta que el Gobierno aragonés haya aplicado el mismo veto a las obras de Marx y de Lenin, o al Corán, unos libros que han tenido una influencia poderosísima en millones de seres humanos. Que en los países islámicos la homosexualidad esté duramente reprimida le ha debido parecer irrelevante a ese mismo gobierno autonómico que no consiente que haya una asociación criticando sus leyes (una crítica que es uno de los derechos que tenemos todos los ciudadanos en una democracia, por cierto). Que unos políticos prohiban un libro porque les da la gana y apenas haya protestas -incluso hay gente que se considera muy demócrata y que cree que la prohibición está fenomenal- es un signo preocupante de la clase de democracia que tenemos, porque nos hemos dejado.
Finalmente, y en la misma línea, el Gobierno de Valencia ha amenazado a los colegios que no se sometan a los dictados de su nueva Ley transexual. Una vez más se busca aplicar por la vía de la coacción una visión de la sexualidad que es un profundo disparate y que tiene su origen en la ultraizquierda marxista, que estaba obsesionada con llevar la tesis de la lucha de clases a los sexos. Este tipo de leyes totalitarias, que buscan corromper a los niños, violan la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que es muy clara en su Artículo 26: “Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos.” La Constitución Española también es clara en su Artículo 27: “Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.” Estos derechos no se pueden pisotear. Esos políticos que amenazan a los colegios deberían estar sentados ante un tribunal por abusar de su poder. Ya está bien de consentir que ciertos fanáticos nos impongan sus desvaríos, pasando como una apisonadora sobre nuestros derechos.
Sé que estos hechos desanimarán a unos cuantos. Es lo que buscan ciertos políticos: que renunciemos a toda resistencia por miedo a sus amenazas.
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