Dicen por ahí que Dios se ha vuelto loco.
Que se hizo un niño pobre y que creció en el barro como tú y yo.
Dicen que una niña campesina lo tomó en sus manos,
lo arrulló en sus brazos, y le daba amor.
Dicen por ahí que Dios se ha vuelto loco.
Que dejó el cielo y a sus ángeles en Gloria,
y con maleta en mano se mudó a nuestra colonia,
y sin más protección que sus sandalias rotas
vino a compartir nuestro pan y nuestras derrotas.
Dicen que dejó su trono allá en el monte santo,
para sentarse adonde los culpables tienen su banco,
y que abandonó el paraíso prometido
para conocer en carne propia mis infiernos más temidos.
Dicen que Dios se ha vuelto loco.
Que llegó esa noche de sorpresa cuando
no esperábamos a nadie en nuestra mesa,
cuando ya creíamos que Dios nos había olvidado,
y no contábamos con que quería caminar a nuestro lado.
Dicen que huyó de su tierra natal, y como emigrante
tuvo que esconderse al caminar.
Refugiado en el silencio, perseguido por la ley.
Ese fue su pan y la copa agria que escogió beber.
Dicen que esa fue su locura, que siendo el eterno e inalcanzable,
se hizo el invitado en nuestro hogar,
que aceptó las reglas de nuestro juego
y en nuestras suelas quiso caminar.
Dios se enamoró de ti, de mí cuando éramos necios
y como amante enloquecido,
vulnerable se volvió a nuestros desprecios.
Pudo habernos obligarlo a amarle.
Pudo habernos convencido a adorarle.
Pero no eligió la ruta del Isaías, aquellos que nos llevan a servirles con sus leyes,
pero, Él para conquistarnos, se volvió de carne y hueso.
Se convirtió en uno de nosotros para amarnos.
Por eso celebramos en esta noche fría,
aquello que siendo una paradoja, se convirtió en una bella poesía,
y Aquél que sostiene el universo con su mano,
cruzó el infinito mar de estrellas,
para hacerse Nuestro Padre, Nuestro Amigo, y nuestro Hermano.
Opina sobre esta entrada: