Hace unos días leía en el periódico una trágica noticia: el régimen sandinista que gobierna Nicaragua con puño de hierro desde el año 2018 ha confiscado los bienes de la Universidad Centroamericana de Managua, propiedad de los Jesuitas y referente académico en la región. No es el primer ataque del gobierno contra la Iglesia Católica.

Los embates se suceden ininterrumpidamente desde hace cinco años, cuando las protestas populares y estudiantiles contra el gobierno sandinista fueron violentamente reprimidas por las fuerzas gubernamentales. Hubo más de 300 muertos y los obispos se pronunciaron valientemente en defensa de los oprimidos. Desde ese momento, la Iglesia ha estado en el punto de mira de las autoridades.

En agosto del pasado año se decretó la supresión de las Misioneras de la Caridad, fundadas por Santa Teresa de Calcuta, cuyo único crimen ha sido la atención a los pobres y a los desamparados. Poco después fue arrestado el obispo de Matagalpa, Mons. Rolando Álvarez, que se ha negado a huir del país para no abandonar a su pueblo. A principios de este año fue decretado el cierre de Cáritas, la institución perteneciente a la Iglesia Católica que se encarga de la asistencia a los más necesitados, y que tanto bien hace en todo el mundo, incluida nuestra Diócesis de Lugo. El siguiente paso ha sido el cierre de las universidades vinculadas a la Iglesia, siendo la última la Universidad Centroamericana. El ensañamiento es tal, que S. S. el Papa Francisco, ha llegado a comparar públicamente el régimen nicaragüense con el régimen nazi.

¿Qué delito ha cometido la Iglesia en Nicaragua? Denunciar la tiranía y proteger al pueblo que sufre, como ha hecho a lo largo de la historia. Siguiendo el ejemplo de Cristo nunca ha callado ante la injusticia. Ya en el siglo IV, San Ambrosio de Milán, arzobispo y doctor de la Iglesia, fulminó la excomunión contra el emperador Teodosio por la matanza perpetrada por las tropas imperiales en la ciudad de Tesalónica. Teodosio sólo fue readmitido en la comunidad cristiana después de muchos meses de pública penitencia. En tiempos más recientes la determinación de la Iglesia en favor de la justicia no ha sufrido menoscabo. Ejemplo de ello fue el solemne pronunciamiento de S. S. el Papa Pío XI en su encíclica Mit brennender Sorge (Con ardiente preocupación) contra el régimen nazi de Adolf Hitler. Cuando el mundo callaba, el Vicario de Cristo alzaba la voz. ¿Cómo no recordar también el arrojo de Mons. Clemens August Von Galen, obispo de Münster, en 1940? Al llegar a sus oídos noticias de los asesinatos masivos de personas discapacitadas por parte de los nazis, subió al púlpito, y con la gallardía propia de un ministro de Cristo, denunció tales crímenes ante el pueblo y exigió que se les pusiera fin. La impresión que generaron sus homilías asustó al régimen de Hitler y le hizo merecedor del apodo de “El León de Münster”.

Este espíritu es el que inspira al clero de Nicaragua, y por eso es perseguido.

Ignacio Felpeto Criado

Sacerdote de la UPA Castroverde