Indalecio Gómez Varela | Canónigo de la Catedral de Lugo

Empezar de nuevo

marzo 17, 2023 · 23:19 1

Cuando alguien pretende poner en marcha una actividad apostólica, debe pensar muy despacio lo que pretende con su iniciativa, puesto que el fin es lo primero en la concepción y, en función de su finalidad, ha de orientarse toda la actividad de la obra. A este respecto debe cuidarse mucho la intencionalidad, en evitación de que no se hallen motivaciones no del todo correctas.

Dios debe serlo todo en nuestro corazón y en nuestras actividades, evitando cobrarle comisiones a Dios. De él todo lo hemos recibido gratuitamente, y gratuitamente se lo debemos devolver. De Dios somos colaboradores. También nosotros somos miembros de la Iglesia y el amor filial es inseparable del amor fraterno.

En los últimos días navideños, se nos recordó que el Padre Celestial nos ha regalado su Hijo, como redentor de todos y, a su vez, el Hijo nos regaló la Iglesia, para continuar su obra en el mundo, y por su parte, el Papa nos recuerda que una Iglesia sinodal debe ser una Iglesia en salida. Toda la tierra es campo de misión para los seguidores de Cristo, y muchos hermanos nuestros, no son mejores por no ser suficientemente amados. El mandato del Señor es claro para todos los hijos de la Iglesia. «Id por todo el mundo, y predicar el evangelio a todas las generaciones».

Es una pena que en pleno siglo XXI falte pan blanco en muchos hogares de la tierra, pero no lo es menos que el pan de la palabra de Dios sea desconocida para multitud de seres humanos. No les ha llegado la grata noticia del nacimiento del Redentor, puesto que nadie les habló del fausto acontecimiento del Salvador. Difícil y penosa situación para muchos de nuestros hermanos.

Debemos estar motivados para revisar nuestra aptitud poco evangélica y para injertar a nuestros conciudadanos dosis de celo pastoral semejante al que movió a los primitivos cristianos a regar con su sangre martirial, con la doctrina que ellos vivieron y que convirtieron el culto de los ídolos de los paganos, en culto al Dios de los cristianos. No olvidemos que favores suman gratitud, y que deudas reclaman justas compensaciones. Pues nuestra gratitud es inmensa y nuestra deuda inconmensurable.

Urge saldar cuentas. Debemos al Señor mil favores: la vida; el cariño de una familia que comparte con nosotros mesa y afecto. La comprensión de un vecindario que valoró nuestro sudor y facilitó nuestra convivencia. Debemos a los cercanos el perdón de nuestras faltas, que fueron para ellos gotas de vinagre en su diario vivir.

Nos anima la esperanza de que no nos va a faltar en lo sucesivo la amistad de los amigos y la confianza de que viviremos un tiempo más.

Confiamos que el Señor nos va a conceder multitud de favores y nos perdonará incontables deficiencias. Vivamos en esperanza y agradecidos. Pongamos de nuestra parte lo que dependa de nuestras manos y lo demás lo pondrá el Señor, de cuya providencia nos fiamos con fe de hijos.

Indalecio Gómez Varela

Canónigo de la Catedral de Lugo

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