MIGUEL ÁNGEL ÁLVAREZ PÉREZ | 10 DE MAYO DE 2020

Una «X» más necesaria que nunca

Estamos en periodo de hacer la declaración de la Renta. Para los cristianos y para los que valoran el papel de la Iglesia en la sociedad también es una ocasión de colaborar marcando una «X» en las casillas de la Iglesia Católica y en la de otros fines sociales.

Por este simple hecho no arriesgamos nada y, por otra parte, ya es el único ejercicio de soberanía en el que se nos permite elegir a dónde va una parte muy pequeña de nuestros impuestos.

Pero este año creo que no hace falta recordar la actividad caritativa-social que la Iglesia Católica hace en general y, de modo particular, a través de las múltiples Cáritas parroquiales, que operan desde las grandes ciudades a las aldeas más remotas de nuestra geografía.

Pero sí quiero recordar la actividad genuina de la Iglesia, que a menudo pasa desapercibida para una mayoría de personas, y que, sin embargo, también es una contribución social muy importante. Hablo de la evangelización y la celebración de los sacramentos.

Mi experiencia como sacerdote durante todo este tiempo de confinamiento está siendo agridulce. A nadie se le escapa las consecuencias de esta terrible pandemia, comenzando por el número de fallecidos, pasando por los enfermos más graves, siguiendo por los asintomáticos y las personas que perdieron su trabajo y terminando por cada uno de nosotros embargados por el miedo, la desconfianza y el pesimismo.

En la parte dulce está la experiencia de comunidad que vivo cada tarde durante la celebración de la misa que trasmito por las redes sociales a la que están conectados en directo un número estable de 65 personas, que los domingos casi alcanza los 100. Estos encuentros virtuales, por llamarlos de alguna forma, tienen su prolongación antes y después del directo de la misa a través de los comentarios privados que me envían y que me hacen ver el valor que tiene la Eucaristía y la fe para mucha gente. Un sentimiento que se repite mucho en estos comentarios se puede resumir en esta exclamación: «¡No sabe la compañía que hace la celebración de la misa!»

Durante todos estos días también pude ver cómo muchos de los miembros de esta comunidad virtual interactuaban entre ellos. Se saludan al comenzar, se desean la paz en el momento que toca de la liturgia de la misa y se despiden hasta el día siguiente. Y no solo esto, sino que ya está en marcha la organización de encuentro real para conocerse todos en persona.

Con pena tengo que constatar que la crisis de coronavirus aceleró un proceso que ya estaba padeciendo la Iglesia de Occidente desde hace tiempo. Nos resistíamos a cerrar templos y a no atender todas las demandas de celebraciones litúrgicas que se nos hacen a los sacerdotes. Esta pandemia, posiblemente, también va a terminar con un cristianismo sociológico, que es lo que más abundaba hasta ahora.

Por el contrario, tengo la esperanza de que esta crisis va a hacer resurgir un cristianismo más real, formado por personas seguidoras de verdad y sin complejos de Jesucristo. Seremos menos, pero más reales.

Creo que ahora va a comenzar la nueva evangelización tan deseada por los papas desde Pablo VI hasta el actual. Y para esta misión esencial de la Iglesia también se necesitan medios materiales. Mejor dicho, los medios materiales facilitan mucho el anuncio del evangelio.

Por eso es importante una «X» a favor de la Iglesia Católica en tu declaración de la renta, porque es una forma de ayudar a la Iglesia de la que formas parte o la que puedas volver cuando te encuentres con Jesucristo.

Miguel Ángel Álvarez Pérez

Párroco de A Fonsagrada