INDALECIO GÓMEZ VARELA | CANÓNIGO DE LA CATEDRAL DE LUGO

Estrenando nueva vida

agosto 20, 2021 · 8:51 1

Estrenar es usar algo por primera vez. El estreno lleva consigo cierto encanto, alguna presunción y también alguna responsabilidad para evitar que la pieza estrenada no se deteriore.

De todo lo que poseemos las personas, la más importante es la vida. La vida puede considerarse bajo distintos aspectos: vida social, vida familiar, vida laboral, y vida religiosa.

Socialmente contempladas, las personas no somos islas bañadas por distintas aguas, sino seres humanos llamados a relacionarnos unos con otros. Las relaciones se viven a distintos niveles: nivel de respeto mutuo; nivel de convivencia vecinal; nivel de convivencia amical, y de colaboración…

Los niveles de relaciones de convivencia rejuvenecen la vida de las personas, y la convivencia social se enriquece, cuando los vecinos tienen una convivencia cordial.

La vida familiar la integran los padres con sus hijos, y éstos con sus hermanos. El amor conyugal, enriquecido con cariño paterno y la fraternidad de los hermanos, hace del hogar una familia en la que abundan los detalles de delicadeza mutua, y estos comportamientos son los mejores ingredientes, para que la vida de familia sea fuente de felicidad y de buen vivir.

La responsabilidad laboral de todos los que conviven bajo el mismo techo, garantiza la abundancia de pan para los comensales que comparten la misma mesa, y garantiza también la conciencia de que el hombre es un ser para los demás y de que su misión es hacer felices a los que viven a su lado.

La dimisión religiosa eleva a las personas a una nueva categoría. Ya no son simplemente las motivaciones terrenas las que regulan los comportamientos de los hombres: nuestras relaciones están motivadas ahora por la afiliación divina, que nos convierte en hermanos, iguales en dignidad, llamados a cumplir la voluntad de Dios, que desea que procuremos el bienestar de los demás.

Nuestra misión es cumplir la voluntad de Dios, que se encarna en nosotros para dar y para recibir. El amor es el primer valor que recibimos de Dios, el cual se hace nuestro receptor en cada uno de nuestros semejantes. Cada persona es “un tú de Dios», que alarga su mano esperando nuestra ofrenda filial. Esto exige la dádiva de uno mismo, porque “eso es amar: darse uno mismo; dar alegría y felicidad».

La enfermedad que padece nuestro mundo no es la falta de panes, es la falta de amor. El corazón es la zona más deprimida de la sociedad actual, decía la M. Teresa de Calcuta. Fabricamos máquinas gigantescas de producción, pero les falta el aceite del amor fraterno. El corazón que palpita en nuestro pecho es estéril: no consigue que el riego de la fraternidad vitalice nuestro mundo.

Es urgente un trasplante de corazón, para poder estrenar una sociedad plenamente feliz, como lo espera el Señor. Este es nuestro cometido al regresar de nuestras peregrinaciones: estrenar una vida nueva y mejor.

Indalecio Gómez Varela

Canónigo de la Catedral de Lugo

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