INDALECIO GÓMEZ VARELA | 14 DE MARZO DE 2021

«Pienso, luego existo»

marzo 13, 2021 · 17:45 1

Esta expresión salida de la pluma de Descartes, es harto conocida, pero no siempre bien interpretada. A primera vista, da la impresión de que puede tener sentido causativo o conclusivo. No estamos en lo cierto. Con ella, el distinguido filósofo no quiso expresar el origen del hombre, sino su existencia.

No existimos porque pensamos, sino que pensamos porque existimos. La actividad del hombre no es la causante de su origen: es la constatación de su existencia, porque primero es el existir y después es el obrar.

Cierto que la grandeza del hombre está en su raciocinio, en su conciencia. Esto lo distingue de todos los otros seres vivos. Es el único capaz de preguntarse porqué vive y para qué vive. El pensamiento y la conciencia elevan al hombre por encima de toda otra criatura y le capacita para realizar lo impensable. Los padres de la Revolución Francesa llegaron a divinizar la razón humana, sublimando las maravillas de su capacidad. Pero ¡cuidado! Que nuestra razón también es capaz de los mayores despropósitos. Auschwitz, Hiroshima, Nagasaki, la brutalidad machista y otras aberraciones de nuestra moderna historia nos lo confirman. No obstante, el alto valor que tiene nuestra conciencia, no la absoluticemos, puesto que ella puede ser nuestra salvadora o nuestra aniquiladora. Entre las múltiples definiciones del hombre, escojamos aquella que la supera a todas y las sintetiza todas; y en nuestra búsqueda quedémonos con esta: “Soy amado, luego existo» y “amo, luego soy hombre». El amor está en nuestro origen, en nuestra existencia y en nuestro futuro eterno.

El amor da peso y consistencia a la persona. El que ama y es amado, vive y se realiza como hombre. El que vive en el amor, se diviniza. “Soy amado, luego existo” y “amo, luego soy persona» son dos verdades innegables. Pero primero es la pasividad amorosa. Para que pueda amar tengo que haber sido amado. El amor no es una conquista, es un don (Santo Tomas). El amor no se impone, sino que se contagia. El amor no se entiende si antes no se experimenta. Por mucho que te encarezcan que ames a los demás, no podrás hacerlo, si antes no te han capacitado para hacerlo. El hombre puede convertirse en fuente de la que emanan ríos de fraternidad. Pero para llegar a ser fuente, primero hay que beber de la originaria fuente de amor que en lo sobrenatural es Jesucristo y en lo humano fueron nuestros progenitores. Esta ha sido nuestra suerte: “fui amado, por eso existo”. Fui amado para que pudiera existir. Este es el primer sentido de la afirmación cartesiana. Y también es verdad que existo para amar, pero la prioridad le corresponde al amor recibido. Prioridad en el ser y prioridad en el quehacer. Los extremos se tocan: nacimos del amor y nacimos para amar.

Tomemos conciencia de nuestro origen y de nuestra misión, y nuestra convivencia se convertirá en un campo de amor primaveral.

Indalecio Gómez Varela

Canónigo de la Catedral de Lugo

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