Mario Vázquez Carballo | El Progreso, 19 de agosto de 2018

Cristianismo y migraciones (I)

agosto 19, 2018 · 9:33 0

La actualidad del fenómeno migratorio demanda, en estos tiempos, una profunda reflexión cristiana. Hay un amplio debate en la opinión pública sobre la tragedia de los refugiados y los migrantes forzosos. 

Vivimos una gran encrucijada histórica donde los flujos migratorios y la emergencia humanitaria plantean serios interrogantes a nuestro “modus vivendi”, a nuestra forma de entender las relaciones internacionales y de ofrecer una respuesta coherente de tantas familias que llaman desesperadamente a nuestras puertas. Escuchaba ayer, en un medio de comunicación, la pregunta: ¿qué hace y dice la Iglesia ante la realidad migratoria?

Consciente de que siempre se puede hacer mucho más y de su llamada a la santidad y a la perfección, la Iglesia no se calla ante este gran problema. Tampoco está quieta. Miles de centros de acogida, en parroquias e instituciones, calladamente pero con gran eficacia, practican la hospitalidad desde una opción de fe como una de las actitudes esenciales de la misión de Jesús. Misión que adquiere un acento especial a través del ministerio de la reconciliación, de la celebración de la Eucaristía, en el convocar a la mesa, en el banquete y en la práctica de las obras de misericordia.

La Iglesia católica, a pesar de sus errores históricos, ha sido maestra de hospitalidad por su gran herencia judía y por mandato directo de su Maestro (“fui forastero y me acogisteis”: Mt 25, 35). La experiencia bíblica se reconoce en experiencias migratorias, de exilio, de éxodo, de acogida y hospitalidad, que pertenecen a las experiencias fundantes del pueblo elegido: “mi padre fue un arameo errante” (DT 26,5). El mismo Jesús, en el Nuevo Testamento, se presenta como un migrante, y su doctrina acentúa la acogida, la fraternidad, el universalismo y la misión apostólica más allá de las fronteras.

De hecho, en las últimas décadas, en la reflexión teológica, ha comenzado a tematizarse una “teología de las migraciones” y el propio Magisterio de la Iglesia, especialmente a partir del siglo XIX trata el tema explícita y abundantemente. Desde León XIII hasta el papa Francisco, hijo de una familia de migrantes, el Magisterio ha presentado una gran riqueza temática y orientaciones concretas que invitan a la hospitalidad.

En la actualidad, los teólogos sostienen que la migración es fundamental para entender la condición humana, la práctica religiosa y la identidad cristiana. Los interrogantes que se nos plantean desde la razón son muchos. E aquí algunos, que sugiero para continuar la reflexión: ¿Hasta cuándo se podrá mantener un sistema económico basado solamente en el crecimiento y en la especulación que facilita los flujos financieros pero pone trabas a la circulación de personas? ¿Tiene futuro un mundo que esquilma los recursos naturales de los más pobres, que genera y regenera miseria y que en consecuencia produce trágicas secuelas en el planeta tierra? ¿Es posible que los países ricos del norte puedan seguir explotando a los más pobres, reforzando sistemas autoritarios en el sur y alimentando los conflictos bélicos con la venta de armas para mantener su propio estatus?

Estas cuestiones requieren una mirada profunda a la luz de la fe frente a planteamientos simplistas. Son un verdadero “signo de los tiempos” y sin duda, la cara más humana de la globalización. Estos son los grandes desafíos: cuidar y proteger la casa común, tomar conciencia de que pertenecemos a una sola familia humana y procurar una aproximación integral, más allá de remiendos, para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los descartados y para una honda conversión ecológica.

Mario Vázquez Carballo

Vicario General de la diócesis de Lugo

Opina sobre esta entrada:

Al pulsar 'Enviar' aceptas las Normas de Participación. [Abrir emoticonos] [Configura tu icono personal]