El Progreso, 5 de noviembre de 2017

Pastoral de difuntos y “el punto limpio”

noviembre 5, 2017 · 8:00 0

A lo mejor visteis el otro día el programa de humor Land Rober en la TVG. En clave de humor se habló de los funerales civiles y dijo que era como llevar el difunto “al punto limpio” y dejarlo allí.

Quiero aclarar que no tengo nada en contra de los funerales civiles. Considero que son un acto de profunda coherencia para quien no cree en Dios. Más allá de la simple broma, no se puede comparar unas exequias civiles con la actividad de un “punto limpio”. El no creyente no pierde su dignidad de persona ni deja de ser querido por los suyos, solo faltaría. Además, en el fondo, en este tipo de actos se percibe el deseo de eternidad y de que la muerte no sea el final absoluto: se hace mención a las virtudes del difunto y se manifiesta el deseo de que no muera para siempre.

Ya sé que este tema no es para hacer bromas. Una vez pasada la gracia inicial no pude sacar esta comparación de la cabeza. No por los funerales civiles, que ya lo aclaré antes, sino porque las confusiones en materia de fe y costumbres de los que nos llamamos cristianos, o solicitamos exequias eclesiásticas para nuestros difuntos, pueden llevarnos a hacer cosas extrañas que no tienen demasiado sentido.

El 90% de las veces que los fieles acuden a los curas, sobre todo en las zonas rurales de nuestra diócesis, es por asuntos de pastoral de difuntos. Para los funerales de entierro ya nos llaman los de la funeraria. Después está la gran odisea de encargar misas por difuntos y encontrar el día y la hora en que puedan venir todos (primos, sobrinos y demás familia) al aniversario, sin madrugar mucho y volver a sus casas antes de que sea de noche.

Para cumplir con todo esto es en lo que gastamos la mayor parte de nuestro tiempo los sacerdotes o, al menos, las mejores horas del día y del fin de semana. Tampoco es un problema gastar el tiempo, para esto estamos, para servir a los fieles, rezar con ellos y por ellos.

El problema es lo que nos toca ver muchas veces y que nos produce bastante tristeza. Vemos a familias enteras que desconocen lo que es rezar por un difunto, encomendarlo a Dios, celebrar la Misa por él, etc. Personas que nunca pensaron en lo que supone que Cristo haya resucitado y que antes hubiera muerto en la Cruz, para el perdón de nuestros pecados y poder tener una opción (o muchas) de salvarnos.

Si no cultivamos nuestra fe y nuestra vida espiritual, el cementerio fácilmente se convierte en un “punto limpio”. Cuando un electrodoméstico deja de funcionar o se quedó obsoleto lo llevamos al “punto limpio” para que desaparezca, porque es un final sin retorno.

Para los cristianos el cementerio y la sepultura son signos de esperanza en la resurrección. Lejos de ser el final, son el comienzo de algo absolutamente nuevo, la Vida Eterna.

Por último permítanme dos pequeños consejos más. No hagan las cosas por hacer, o por quedar bien, o “por el qué dirán”. Por favor, no hagan un simple “paripé”. Si tienen dudas o no saben bien cómo hacer, lo sencillo es la mejor opción. No es necesario movilizar a todo el mundo para rezar por la persona que se nos ha ido. Y segundo, por favor, no obliguen a su nieto o sobrino, que tiene una ideas totalmente contrarias a la fe de la Iglesia a ir al funeral o aniversario del abuelo. Y, mucho menos, no le hagan sentarse en el primer banco. Así nos evitamos pasarlo mal todos, también el cura.

Recuerden “lo más importante en esta vida es que lo más importante sea lo más importante” (Stephen Covey). “A los muertos no les importa cómo son sus funerales. Las exequias suntuosas sirven para satisfacer la vanidad de los vivos” (Eurípides).

Miguel Ángel Álvarez Pérez

Párroco de A Fonsagrada

 

Foto: Cementerio de A Fonsagrada

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