El correo de los lectores | Testimonio misioneros del Camino Neocatecumenal

«Quería volver a ver a Dios en mi vida»

julio 19, 2017 · 19:39 2

Quiero experimentar que Dios provee. Está fue mi motivación para  apuntarme a esta misión tan especial. No sabía dónde ni con quién iría, eso era secundario: yo quería volver a ver a Dios en mi vida, ya que ya lo he visto en numerosas ocasiones en acontecimientos clave de mi historia, pero parece que alguien, príncipe de este mundo, está empeñado en hacérmelo olvidar.

Para haceros un poco a la idea me presentaré brevemente: mi nombre es Francisco Javier, tengo 31 años, soy maestro en León y estoy casado con Miriam desde hace 6 años. Tenemos un hijo en el cielo y desde entonces ella no se ha vuelto a quedar embarazada.

Ahora volvamos a la misión.

Al llegar a nuestra ciudad de destino, Lugo, Andrés y yo nos dirigimos hacia la catedral, después de que nos despidiéramos del resto de parejas destinadas en esta ciudad. Una vez allí nos derivaron a la parroquia de San Froilán y a la de La Milagrosa. Por cercanía y porque estaban aún en misa decidimos ir a San Froilán, donde nos encontramos con Miguel Ángel quien, habiéndonos identificado rápidamente, decidió acogernos no sin avisarnos de que podríamos tener un hueco en el suelo. No fue así. Lo primero que hizo fue invitarnos a cenar y luego prestarnos las camas de su propia casa, lugar que sería nuestro cobijo durante las 5 noches.

Sería imposible describir y emplear las palabras precisas para todos y cada uno de los momentos que tuvimos en estos días, ya que los acontecimientos superan a las palabras, pero si intentaré dar algunas pinceladas de los momentos en los que vi que el señor me estaba cuidando como un padre, como mi padre.

Fue el primer día cuando el señor tenía previsto que fuéramos hasta el hospital Lucus Augusti, donde pudimos acompañar a Roque en sus visitas a los enfermos. Fue inolvidable la cara de varios enfermos a los que visitamos, que eran Cristo mismo en la cruz. Recuerdo la esperanza misma encarnada en los ojos de Mariluz, quien comulgó y nos despidió con un candor indescriptible.

Otra día fuimos a las hermanas salesas. Estaban en oración, pero nos recibieron. Al principio algo incrédulas pero después con mucha atención y amor. Les dimos la buena noticia de Cristo resucitado y les contamos qué estábamos haciendo en la ciudad. Ellas nos contaron cuál es su precaria situación y, antes de despedirnos aseguraron que rezarían por nosotros, por mí, para que tenga niños pronto. No me lo esperaba y casi me hacen llorar.

También me llamó mucha la atención dónde me estaba esperando el Señor: en los más alejados de la sociedad, en lo que nadie quiere. Chicos fumando porros, hombres bebidos, dos chicos de etnia gitana y varias prostitutas. Todos ellos fueron los que más prestaron oídos a la Buena Noticia. Las que más me impresionaron fueron dos prostitutas que, contra todo pronóstico, quisieron escuchar lo que teníamos que decirles. Al acabar de darles la experiencia ¡volvió a pasar lo mismo que con las salesas!: rezaremos por ti para que tengas no uno si no dos hijos. No daba crédito.

Pudimos también tener el privilegio de experimentar el rechazo, y esto puede que sea lo más interesante de la misión ya que si lo pensamos, Cristo fracasó y fue rechazado en innumerables ocasiones, y nosotros lo pudimos vivir por su causa. Y eso está ya escrito en el cielo, tal y como dice el Evangelio.

La oración fue clave en esta misión: laudes, intermedias, rosarios, misas y vísperas nos alimentaron también durante estos días. Dios ha querido que me acerque más a la oración y lo ha hecho de este modo.

Sin duda, después de haber vivido esto solo puedo decir dos cosas: que Dios provee (que era lo que yo quería ver) y que es bueno: me cuida y quiere lo mejor para mí. Le doy gracias por ello.

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Comentarios a esta entrada:

  1. Amalia López Mazoy

    Con todo respeto hacia quienes hacen aquello que su corazón les dicta, me permito expresar mi particular punto de vista respecto a estos «misioneros» del Camino Neocatecumenal.

    Desde lo que mi corazón siente, soy más de ver a Dios en el que está cerca, al lado, en las personas que ven mi actitud de cada día, y para quienes ojalá puediese servir el testimonio de una vida «corriente», pero comprometida en las pequeñas grandes cosas que tal vez no pasen tan inadvertidas…

    Los grandes gestos, que conllevan el abandonar por unos días tu obligación primera…, no constituyen para mi un testimonio eficaz… más bien contraproducente…

    Por otra parte, no entiendo que gente con los recursos necesarios «dramatice» una situación que encuentro forzada y fuera de contexto…

    Con todo respeto, termino igual que empecé, estoy más por testimonios más engarzados en la vida de todos los días.

    Atentamente,
    Amalia López Mazoy

  2. Amalia4 López Mazoy

    Cuando empleo la palabra «testimonio» en el último párrafo, no quiero aludir con ella a los testimonios que puedan remitirte tus lectores, sino al testimonio que de Jesús y su Palabra, cada uno pueda dar con su vida…
    Por ello, y para evitar malentendidos, quisiera remplazarlo por el que sigue, caso de publicar mi comentario.

    Este sería el párrafo que remplazaría al último anterior:

    Con todo respeto hacia otras sensibilidades -termino como empecé-, ojalá sepa yo vivir con intensidad mis pequeñas circunstancias personales y convertirlas en testimonio eficaz de Jesús y su Evangelio.

    Muchas gracias y muchos saludos

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